Niño de 11 años con parálisis cerebral vive encerrado por falta de un ascensor en La Isleta


José Adrián, el niño de 11 años con parálisis cerebral que vive encerrado por falta de un ascensor: “Mi hijo está atrapado en casa”

Las Palmas de Gran Canaria.
José Adrián tiene 11 años, vive con parálisis cerebral y una discapacidad reconocida del 100%. Su infancia transcurre prácticamente entre cuatro paredes. No por decisión de su familia, ni por su condición médica, sino por un obstáculo físico e institucional: vive en un cuarto piso sin ascensor en Las Palmas de Gran Canaria.

Su historia, denunciada por sus padres, Yurena y Nelson, es el retrato de una parálisis más profunda que la física: la parálisis institucional. “Mi hijo está atrapado en casa por la inacción de las administraciones”, asegura Nelson. Cada salida a la calle —una al mes, con suerte— supone un esfuerzo titánico que requiere cargar con su hijo escaleras abajo. “Cuando lo sacamos, se le ilumina la cara”, relata su padre con emoción.

Han recurrido a todas las instancias posibles: ayuntamientos, servicios sociales, Defensor del Pueblo, Casa Real, Presidencia del Gobierno. La respuesta siempre ha sido la misma: burocracia, listas de espera, promesas vacías.

“Nos han llegado a decir que ocupemos una vivienda o que lo llevemos a una residencia”, denuncian con indignación. “¿Eso es lo que proponen a una familia desesperada? ¿Que abandonemos a nuestro hijo o que nos convirtamos en delincuentes?”, se preguntan, al borde del agotamiento emocional.

La situación de la familia se agrava por la falta de baño adaptado. “Hemos tenido que bañarlo en el suelo”, confiesan con impotencia. Todo ello mientras observan cómo, según denuncian, se otorgan viviendas y ayudas rápidamente a otras personas recién llegadas. “Nos sentimos invisibles”, afirman.

Este caso no solo revela un problema de accesibilidad, sino una profunda desconexión entre las instituciones y la realidad de las personas vulnerables. El drama de José Adrián es el de miles que, como él, quedan atrapados entre muros físicos y administrativos.

La solución es clara: instalar un ascensor en el edificio o reubicar a la familia en una vivienda accesible. Sin embargo, la respuesta no llega.

Hoy, los padres de José Adrián no piden caridad, exigen justicia. Piden vivir con dignidad. Piden que su hijo pueda salir al parque, respirar aire fresco, sentir el sol. Piden lo que para otros es tan básico como bajar las escaleras.

“No podemos seguir muertos en vida”, concluye Nelson. La urgencia es máxima. La administración tiene la palabra.