FIESTA DEL CHARCO: SIGLOS DE AGUA Y ALEGRÍA.

Un metro y medio. Ésta es la profundidad máxima que alcanza El Charco de La Aldea, una laguna al final de un espectacular barranco y a escasos metros del mar. Sin embargo, este espejo de agua es el epicentro de una de las fiestas más populares y multitudinarias del año en Gran Canaria.
La gente entra a la carrera al Charco durante la fiesta. A las cinco de la tarde de cada 11 de septiembre, miles de ojos seguirán hipnotizados la trayectoria de un volador sobre el claro cielo de septiembre. Su estallido da inicio a la Fiesta del Charco. Es el momento de sumergirse en una tradición con siglos de historia salpicados de agua salobre y alegría.

Apunte una palabra: embarbascar. Es el nombre de la técnica ancestral que utilizaban los antiguos aborígenes de Gran Canaria. Consiste en el vertido al agua de sabia de plantas como el cardón o la tabaiba para sedar a los peces y facilitar su captura. La práctica se mantuvo con vida en la Isla hasta bien entrado el siglo XX. Esta parte de la historia insular cobra vida año tras año en La Aldea, cada vez que los participantes en la Fiesta del Charco se adentran en él para tratar de pescar lisas, peces tan escurridizos como solo puede serlo un pez.

La Fiesta del Charco está rodeada de anécdotas. Un ejemplo: en el siglo XVIII, el obispo Delgado y Venegas impuso la obligación de acudir vestido al festejo, pues consideraba escandaloso que muchos participantes fueran ligeros de ropa, al menos según su criterio.
En el fondo del Charco, en las entrañas de esta ‘marciega’, nadan, junto a las lisas, miles de historias y leyendas. ¿Quieres venir y escribir la tuya?
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